El
empate a uno de la Selección Española de Fútbol ante Finlandia
suena más a derrota que a empate, supone la perdida del primer
puesto del grupo, que veníamos compartiendo con Francia.
Es
verdad que los finlandeses aparcaron el autobús delante de su
portería; una línea de cuatro, delante otra de cinco y delante un
hombre solo, que la mayoría de las veces reculaba hasta incrustarse
en el bloque que formaban sus compañeros. Juntitos en la frontal
entorno a su portero aguantaron las acometidas hispanas con mucho
orden y despreciando el balón. Es una forma de jugar al fútbol
—sería más apropiado llamarlo antifutbol—, que, tristemente,
empieza a ser escuela. El último vencedor de la Liga de Campeones
(2012), consiguió el trofeo de esta forma, enseñado por uno de los
padres de esta escuela algunos años atrás.
Pero
volvamos al partido. La actual Campeona del Mundo y de Europa no
puede, de ninguna manera, salir al campo con esa actitud tan
parsimoniosa, de nada sirve tocar el balón quinientas veces si no es
para generar peligro, superar líneas, llegar al área, hacer gol.
Tocar y tocar el balón en la frontal del área sin penetrar en ella
no tiene ningún sentido, el objetivo principal no es dominar el
balón, tampoco es batir el récord de toques, ni tener la mayor
posesión. El objetivo principal y casi único es marcar gol, uno, y
después otro, y otro, así hasta acabar el partido. El toque es el
medio, no el fin, el fin es el gol, y si no lo usamos correctamente
estaremos ante la peor versión del juego de posición, ese del que
sus detractores se burlan llamándolo «tiqui-tiqui» o «tiqui-taca».
Reconocido
por todo el mundo del fútbol es el hecho de que España poseé los
mejores centrocampistas del mundo, capaces de mover el balón a una
velocidad superior al resto de equipos, a través del toque en sus
rondos —triángulos es más correcto— desplazan el balón por la
frontal y la línea de tres cuartos encontrando el hueco, el
resquicio por el que colarse hacia portería. Pero sin una buena
actitud, sin la intensidad necesaria no hay nada que hacer, hay que
morder al rival, moverlo con rapidez. De poco sirve que Villa, Alba e
Iniesta traten de intentar entrar por el vértice izquierdo a base de
paredes si el contrario está esperándoles, tapando todos los huecos
y los compañeros no van a la ayuda con velocidad para llevar el
balón al otro lado. Empezar por una banda para acabar por la otra es
uno de los principios de este estilo, tocar de un lado al otro para
desplazar la defensa y desubicarla.
El
fútbol de posición es el estilo que nos ha hecho campeones, los
rivales nos temen y se encierran atrás variando su estilo y
adaptándolo al nuestro para tratar de cogernos a la contra. No
podemos dormirnos en los laureles creyéndonos que lo tenemos todo
hecho porque te mandan a casa. Hay que mantenerse firme en el estilo.
El
martes, contra Francia en Saint-Denis, tenemos la oportunidad de dar
un golpe en la mesa. Hay que salir al Stade de France motivados,
dispuestos a ser eficaces, a meter el miedo en el cuerpo a los
franceses, con la mirada del tigre.