Páginas

domingo, 30 de junio de 2013

A la final de la Copa Confederaciones

Ya estamos en otra final, la de la Copa Confederaciones. Una vez más dejando a Italia en el camino, algo que felizmente y pese al sufrimiento, empieza a hacerse costumbre. Desde que en el Mundial de Estados Unidos del año 94 nos dejaran en la estacada en cuartos de final, tres imágenes de aquel partido nos acompañaban hasta el 2008; la galopada con gol de Roberto Baggio, el enorme fallo de Salinas frente a Pagliuca, y la rabia y la impotencia nuestra y de Luis Enrique con la cara sangrando y el tabique nasal partido por el codazo de Tassotti ante la mirada del arbitro.

Desde entonces, España e Italia se han encontrado cuatro veces en competición oficial y con una evolución clara; antes pasaban siempre ellos, ahora lo hacemos nosotros. Hemos pasado de temer a ser temidos.

En este enfrentamiento Italia, como la mayoría de rivales contra los que jugamos, varió su forma de jugar (como un equipo inferior), para poder superar la eliminatoria. Prandeli planteó un catenaccio moderno, con dos centrales y un líbero por detras de ellos, seis centrocampistas y un punta. Bien asentados en la zona de creación del equipo español ahogaban por superioridad numérica a los hombres de La Roja. En la primera parte sufrimos y mucho, el fuerte calor también causaba estragos. En la segunda parte los cambios de ambos equipos poco a poco nos fueron favoreciendo y en la prorroga encontramos el aire que nos falto en el resto del partido. Empezamos mal y terminamos bastante bien y equilibrando la contienda. Los penaltis solo confirman ese cambio de actitud ante los rivales, ya no nos arrugamos ante la responsabilidad. Italia no es cualquier rival, Italia es campeona de cuatro mundiales, el segundo país que más tiene y plantarles cara sin miedo y eliminarles es un éxito mayúsculo. Nuestro estilo no solo es bonito y espectacular (a veces), ademas es eficaz; sobre todo y fundamentalmente nos da empaque, entereza, competitividad y manejo del partido y del marcador, algo que antes nunca tuvimos.

Ahora toca la final, en Maracaná. Una vez más llegamos a una final y lo hacemos en no muy buenas condiciones; un día menos de descanso que el rival, una prorroga y unos penaltis que el rival no tuvo, y un cansancio añadido a causa del calor, menos mal que en Río de Janeiro la temperatura es más suave (será lo único a favor). En frente tenemos a Brasil. Cinco estrellas tiene La Canarinha en su camiseta, un escalón más en el rival a batir (Italia tiene cuatro). Dicen que somos favoritos, pero es Brasil a quien más han favorecido los árbitros, y es España quien peor campaña ha sufrido por parte de la prensa, con esa ristra de mentiras y desprestigio en torno a los jugadores españoles.

En Maracaná tierra hostil, frente al campeón de campeones y sin duda contra el arbitro... Si es cierto que las finales no se juegan, que las finales se ganan, hoy toca jugar al fútbol y disfrutar, sobre todo disfrutar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta tu parecer con respeto y sin insultos. Gracias.